Los buenos andadores y caminadores saben bien que la sierra de Cardó regala horizontes bellísimos sobre las Tierras del Ebro. En el extremo norte del macizo, cuando la sierra desciende hacia las amables planas de la cubeta de Móra, hay una punta que guarda un significado especial, y no precisamente por la belleza que desde allí se contempla, sino más bien por el horror que se avistó.
A finales de la Guerra Civil Española, el cuello de Pinos fue elegido por el ejército republicano para poder observar, con una cierta seguridad, el desarrollo de la ofensiva al otro lado del Ebro. Se trata del llamado del observatorio Líster, del teniente coronel Enrique Líster. Debajo de la cumbre, se excavó un pequeño refugio antiaéreo, ante el peligro que suponía la enorme superioridad de la aviación nacional. En agujeros de esta misma especie y aún más precarios, al otro lado del río, a Pàndols y Cavalls, se esconden jóvenes de dieciocho, diecinueve, veinte años … mientras se desataba un infierno que día a día iba engullendo -los.
Este lugar destaca por su capacidad de evocar la tragedia, al tiempo que, paradójicamente, también consigue suavizar-la. Las vistas son extraordinarias y el encantador descenso por la cresta de la Atalaya deja buen sabor de boca, a pesar de los terribles episodios con que ha quedado conectada la montaña.